En una de las comunidades más antiguas del municipio de Acambay, existe una edificación natural que sirvió durante muchos años como cárcel o calabozo para las personas que cometían delitos o infringían las normas comunitarias.
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Ubicada en
Tixmadejé Centro o Tixmadejé Grande (Santa María Tixmadejé) se trata de una
roca cuyo interior sirvió como un castigo y aislamiento para aquellas personas
que cometían crímenes menores o desobedecían a las autoridades de la misma.
Esta roca
forma parte de la estructura de una pequeña peña de la localidad, que durante
el terremoto de 1912 se desprendió y cayó en ese lugar; tiempo después los
pobladores de esta localidad quisieron romper esa estructura con herramientas
rudimentarias, o sea, a pico y pala.
Al ver que no
se podía romper tan fácilmente esta roca por las gigantescas dimensiones que
ocupaban, decidieron adaptarla como el calabozo de Tixmadejé, a principios de
la década de los sesentas.
Quien inició
con este acondicionamiento fue el señor Inocente Ruíz, doctor de la comunidad,
cuya casa se localiza en frente de esta roca, ahora es una tienda, quien desempeñara
el cargo de Delegado, utilizando el método de usos y costumbre de las comunidades
otomíes.
Las personas
que tenían el infortunio de caer en este lugar, llegaban a permanecer más de 72
horas, es decir tres días, en oscuridad profunda durante la noche, en medio de la
tierra con la que está hecho el piso.
Un dato que es
de destacar es que los presos no todo el día permanecían todo el día encerrados,
durante las horas de luz, cuentan que se les obligaba a hacer trabajos
comunitarios, precisamente eran los trabajos que ellos o no querían hacer o
ayudaban a culminar los que estaban en proceso, como la corta de pasto,
creación de caminos, limpieza de hierba, pintar las escuelas, por mencionar
algunos.
Además, se le
imponía una multa económica, lo que no se sabe bien es si con la multa se les
eximía de pasar tiempo en el calabozo, si la multa se paga además de permanecer
ahí o si con la multa el tiempo de castigo disminuía.
Sumado a las
condiciones casi inhumanas en las que vivían los presos de la localidad, este
espacio no contaba con sanitario, lo que orillaba a las personas que se
quedaban encerrados ahí a hacer del baño. Lo mismo a la hora de comer
Lo que no
sabemos es si en ese lugar se hacia el aseo, pero dadas las características del
lugar y tratándose de un castigo se duda que este lugar se mantuviera limpio.
Fue casi
después de tres décadas cuando en 1994,
la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México, acudió a la comunidad de Tixmadejé, por un
llamado de una persona que no quiso pagar su sanción y su familia de este
sujeto fue la que denunció los hechos.
En ese mismo
año, el que fuera delegado de la comunidad, Don Santos Bernardino Martínez fue
acusado por violación a los derechos humanos de los detenidos, sin que este
espacio contara con las condiciones dignas
para albergar un lugar de confinamiento.
En la
actualidad, existe esa piedra, tiene una reja y en su interior se utiliza como
basurero, para la quema de basura. En los alrededores pues las personas se ponen a tomar y pues no se le encuentra
otro uso de espacio.